Los de celeste y rojo saltan, corren, se abrazan. A más de mil kilómetros de Buenos Aires son visitantes en las tribunas del Bicentenario de Catamarca, pero adentro de la cancha parecen ser locales. Los de azul y rojo, mientras tanto, miran incrédulos y se van del estadio golpeados, sin siquiera haber podido dar resistencia en ninguna de sus líneas. Arsenal, con los pelotazos de siempre y su juego poco vistoso, goleó 3 a 0 a un San Lorenzo sin alma, que no estuvo a la altura de la final. Y que, además, se quedó sin el gran objetivo de este semestre: la clasificación a la Copa Libertadores 2013, que quedó, al igual que el premio económico (1.800.000 de pesos) para los de Sarandí.
Sólo pasaron 8 segundos para que Arsenal sacara el primer pelotazo de la noche. Sólo 8. Los de Alfaro, en ese pelotazo, dejaron bien en claro que iban a jugar de la manera que siempre juegan. Le cedieron la iniciativa a San Lorenzo, le regalaron la pelota y se refugiaron cerquita de su propia área.
Suele sentirse cómodo con este escenario Arsenal. Le gusta jugar a su juego. No juega con lo preciado de este juego, la pelota; sin embargo, siempre se las rebusca para la lastimar a su rival. De hecho, antes de los 10 minutos, el primero que moradeó el gol, fue Arsenal: los centrales de San Lorenzo dudaron y Furch, desde lejos, remató de derecha, fuerte y muy cerca del ángulo superior derecho de Torrico.
El mayor problema de San Lorenzo estuvo en la mitad de la cancha. Los volantes, imprecisos, no daban un pase como la gente. Imposible así crear una situación de gol. Poco a poco, San Lorenzo cayó en una trampa letal.
Al promediar la primera parte, la lluvia le puso un condimento extra a la final. Se armó un partido bien de copa, friccionado, con pocos espacios y muchos errores. Si San Lorenzo no podía dar dos pases seguidos con piso seco, con el piso mojado la cuestión se le complicó aún mucho más. Y sí, hasta el clima anoche jugó para Arsenal.
Como era de esperarse, el primero gol nació en un pelotazo larguísimo de Damián Pérez y con la complicidad de Torrico. El arquero salió a cualquier parte y el mal despeje terminó en la cabeza de Nicolás Aguirre, quien desde afuera del área cabeceó al gol. Ni Emmanuel Mas, en la línea, inexplicablemente, pudo salvar a su equipo.
Con la apertura del marcador, San Lorenzo perdió la cabeza. No pudo recuperar ni un ratito esos argumentos futboleros que lo hicieron llegar hasta acá. Encima, la impotencia lo dejó con un jugador menos: Piatti vio la roja por una terrible patada contra Marcone.
Si con 11 jugadores en cancha a San Lorenzo le costó horrores construir fútbol, con 10, y sin él, Piatti, el mejorcito, se volvió imposible. Y encima, cada ventaja que le regalan a Arsenal, los de Sarandí, no dudan, aprovechan…
Otra vez el karma de la pelota parada golpeó a San Lorenzo: Furch bajó un centro preciso de Aguirre para una palomita goleadora de Mariano Echeverría. El 2 a 0 sepultó todas las ilusiones de San Lorenzo. Los jugadores, abatidos. La gente, resignada. Desde el banco, tampo hubo reacción: los cambios de Pizzi no cambiaron nada.
El tercer gol, el que coronó la copa, fue un gol bien a lo Arsenal: pelotazo de Campestrini (sí, de Campestrini), error de Gentiletti y golazo de Zelaya. Ahí sí, Arsenal se sintió campeón. Nuevamente campeón. Un legítimo campeón, pese a todo lo que digan…
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