Entre los estudiantes que participaron del Modelo Naciones Unidas hay jóvenes que tienen entre 16 y 18 años. Y como ellos, hay muchos jóvenes en nuestro país que demuestran diariamente en su accionar estudiantil, o en aquellos ámbitos sociales, culturales y deportivos en los que se desarrollan, incluso a través de sus expresiones en las redes sociales, que tienen esa voluntad participativa. Y todo esto, claro está, viene a colación del voto a partir de los 16 años.
El proyecto de instaurar esa posibilidad en nuestro país ha encendido un debate que se expande esencialmente a través de los medios de comunicación, pero que además se discute en cada mesa de café, en cada almuerzo familiar, en cada rueda de amigos. Y eso es una clara demostración de la madurez política que los argentinos venimos alcanzando al cabo de 4 décadas de haber recuperado el sistema democrático. Pero además es una muestra de un estilo de gobierno que desde 2003 ha elegido invariablemente ese mecanismo: poner los grandes temas en discusión de la sociedad, no sólo a través del debate social sino también legislativo. Mal que les pese a los críticos facilistas que ven al gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner plagado de rasgos totalitarios y antirrepublicanos, todos los temas (hacer un detalle sería muy extenso) importantes, antes de consagrarse en la legislación positiva se discuten, se debaten, se analizan y atraviesan los procedimientos legislativos constitucionales. En todo caso, si el gobierno cuenta con las mayorías parlamentarias necesarias para cristalizar sus iniciativas, no será porque las opiniones en contrario no se hayan escuchado. Será que en nuestro país, así como se reclama que las minorías sean respetadas, como dijo el General Perón, “las minorías deberán empezar a respetar de una buena vez a las mayorías”.
El devenir de la historia, los avances tecnológicos en las comunicaciones, el acceso a la información en términos globales, han hecho que, indiscutiblemente, el nivel de madurez intelectual actual de un joven a los 16 años no es el mismo que hace 50 años atrás. Los jóvenes de hoy lo demuestran diariamente con su participación en espacios políticos, sociales, culturales. Por ende negarles el derecho a ejercer el más representativo (no el único) acto de la democracia como lo es el voto, sólo puede estar fundamentado en argumentos restrictivos. Y la democracia no se edifica, no se construye ni se potencia con restricciones de ninguna índole.
Permitirles el voto a los mayores de 16 años es integrarlos aún más, es comprometerlos con las cosas del país, es sumarlos a la construcción colectiva. En cambio, no permitírselos es aislarlos, es cercenarlos, es despreciarlos como sujetos políticos. Pero además, en la argumentación mediática que hoy no les reconoce capacidad intelectual para elegir sus representantes, anida una subestimación que es hija de un visceral miedo a las mayorías. Entiéndase bien: el proyecto es para que los mayores de 16 años VOTEN si así lo quisiesen.
Debemos ser consecuentes con nuestros pensamientos y con lo que venimos pregonando hace años. Queremos jóvenes comprometidos, interesados, con ansias de discutir y de elegir. Pues que mejor manera sino, es dándole la oportunidad de votar y elegir a sus representantes. Y cuando lo hagan pueden optar por cualquier fuerza política, incluso por aquellas que hoy no los creen capaces de hacerlo. Es un paso más en el afianzamiento de nuestra democracia porque va a significar más participación y compromiso, con un fuerte hincapié en la libertad y responsabilidad en el ejercicio de los derechos ciudadanos. Las sociedades crecen con apertura y evolución, no cerrándose sobre sus prejuicios, sus miedos y sus egoísmos.
Autor: Dr. Lisandro Bonelli – Secretario Desarrollo Económico de la Municipalidad de San Nicolás
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