¿Si como sociedad los menores (ente comillas) tienen permiso para matar… por qué no pueden votar?
Si no es obligatorio, el compromiso tiene que ver con los niveles de implicación política que pueden tener sus padres.
Si acompañados por un mayor pueden ver una película para mayores y pueden manejar un auto, pueden votar.
Si como sociedad tienen permiso para beber, para robar, para drogarse… y luego el mejor pasaje es la rehabilitación, en política la rehabilitación social también es posible.
Yo, que en todo caso no quiero hijos para la guerra, quiero hijos socialmente comprometidos con su realidad, su barrio, su gente, su intimidad, pero una intimidad social que se comparta entre comunes.
Si como sociedad los hemos autorizados a ser desnutridos, analfabetos y excluídos; si desde lo jurídico tienen permiso de robar, golpear o matar… y si como sociedad los autorizamos a pedir limosna, entonces son los mismos que pueden votar sin que signifique una cachetada a la intolerancia adulta que se parece más a impedir que a acompañar.
Como sociedad hemos permitido que muchos chicos comieran una sola vez al día o ninguna, y a esos no les permitimos soñar ni tener esperanzas, entonces no se que nos preocupa.
El saber de la política, como construcción, tiene un comportamiento, y tiene decisiones; tiene conflictos y también tiene un futuro. El saber político no es sólo algo que aparece en la adultez, porque dos años más, para algunos partidarios del no voto a los 16, creen que ya es suficiente. Sin embargo no pueden hasta lo que por definición política es la mayoría jurídica a partir de los 18 años; y para los partidarios del voto sin obligación de los menores, no es una interferencia ni se
contradice con el modo de ver un futuro con un recambio no sólo generacional, sino la forma de ver la realidad con ojos nuevos.
Cabe preguntarse cuándo aparece la conciencia política? Involucrar a los jóvenes en un comportamiento comunitario, en un saber que no sea sólo enunciativo, sino más bien estratégico, me pregunto a quién o a quiénes, en todo caso, molesta?
Si a los 16 años pueden practicar una religión, usar un arma, estudiar, manejar idiomas callejeros, cartonear o acompañar a sus padres a robar, Cuándo que no nos dimos cuenta, que se nos vino de golpe la realidad perdida y el tiempo perdido?.
Hubo un tiempo para entregar a nuestros hijos a la guerra, para señalarlos, para engañarlos, para prometerles, para generalizarlos, para perdonarlos, para dejarlos libres y para ser padres. Si todo está permitido, y sin obligaciones, por qué no pueden tener una inquietud que vaya más allá de lo prohibido y más acá de lo que los señala.
Al votar no son ni revolucionarios, ni narcotraficantes, son simplemente jóvenes que sus aciertos sociales distan mucho de ser los desaciertos que si le tememos a muchos adultos.
Muchos jóvenes quieren votar, muchos quieren generar centros de estudios en sus colegios, muchos quieren pensar, muchos quieren proyectar con su vida algo más que un título de una carrera liberal; porque hay algo más que ser médico, abogado, maestro o sacerdote. Ese algo más es lo que debe ocuparnos.
Ahora como sociedad no estamos preparados, no le damos validez ni legitimidad al pensamiento de los jóvenes y mucho más asusta que tomen decisiones coherentes con su pensamiento aún sin desarrollar.
La política aglutina, conviene, hace trabajo social, encarna y enraíza, refresca y nos hace estar más atentos, porque si los jóvenes se nos vienen encima sin que les importe el reto de los adultos, el otro reto, el del futuro como meta, debe alentarnos.
Si le tememos a la obligación, acá no hay nada de eso; pero los jóvenes renuevan la apuesta y dicen pero por qué no me pueden elegir a mí? Si puedo votar, me pueden elegir… ya abren un juego que les es propio y por qué no pensarlo si ese es el objetivo donde la juventud sucede: la escuela.
Tenemos niños de la cárcel, niños callejeros, niños mendigos, niños solos, niños golpeados y me pregunto: qué edad tienen que tener esos niños para que tengan entidad suficiente para que como sociedad los miremos?, los incluyamos, los reconozcamos, nos igualemos a su idioma. Si son responsables para poner la mesa, también lo son para volver a las 7 de la mañana de un boliche, y entonces su mirada que no es necesariamente nocturna, ni volátil, pero eso no significa que no saben nada y que no saben de responsabilidades. En todo caso es una categoría de los adultos que nos los dejamos ser.
Acompañemos sin militarizar; acompañemos a nuestros hijos en su deseo de saber; acompañemos sin oponernos como resulta este ejercicio de vivir; seamos sujetos de pensamiento sin que el miedo nos ajuste alguna suerte de prejuicio; acompañemos a los jóvenes que no sabemos dónde están, acompañemos a los jóvenes que sí sabemos donde están; y no es justamente el lugar equivocado ninguno de los dos lugares. En todo caso el lugar equivocado cuando miramos la realidad es mirar para otro lado.
Hay chicos políticos, chicos músicos, chicos de la cárcel, hijos de la generación del olvido, hijos de la generación que no tiene cultura del trabajo e hijos salvados y recuperados… hubo una edad donde los apropiaron. Esos hijos desconocidos hoy pueden ser niños conocidos; los propios, los que tienen permiso para vivir desde los 16 años sin hacerle daño a ningún lugar del mapa de los
adultos ni de la sociedad, porque no hay esquina llena de jóvenes excéntricos cuando hay una arqueología política que los contenga y posiblemente los saque de la aquella esquina, aquella plaza, aquel delito. Quizás aumente la visión que tienen de los mayores; quizás alcanza para que valoren su propia vida; acaso el papel que tienen hoy los jóvenes es el de saber con su propio lenguaje y su propia contradicción que también tienen permiso para amar y decidir. Pueden elegir el lugar del bien, elegir un porvenir y una religión y hasta tener hijos: pero que si no pensamos hoy para qué tenemos hijos, se convertirán en un botín privado y en todo caso, los jóvenes de 16 años serán los hijos imposibles, los que una vez pudieron votar, elegir sin obligación, construir hábitos y habrán quedado sin poder ligarse a la vida de los otros.
Si tienen permiso para vivir, tienen permiso para votar; si tienen permiso para matar, tienen permisos… pero seguro el miedo de muchos es que sean kirchneristas, porque seguro socialistas, radicales o liberales, o hasta peronistas suena mejor… o no? pero a fin de cuentas este cuento opositor parece un juego de patriotas clandestino que no le contamos como un cuento a nuestros “niños”.
A fin de cuentas, no es que no saben, en todo caso no se lo hemos permitido, y ya es hora. Mientras haya jóvenes estamos salvados; mientras haya un solo joven que tenga sueños, sin dudas los veremos triunfar… y son nuestro legado para un futuro que no se nos puede escapar de las manos como se nos escapó una generación de pensadores.
Lic. Nora Toia
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