POR NORA TOIA. Entre distintas decisiones “políticas” está la pulseada; Lo que va a ocurrir con las tierras destinadas para construir viviendas sociales, puede caer en una contradicción entre: esparcimiento y viviendas; entre lo que queremos que se vea y lo que no se vea; entre lo que es una necesidad o un disfrute. Depende del mapa que la decisión política defina, para achicar la brecha entre diferentes sectores sociales, o para negar una realidad que construya donde debe haber saber, indiferencia.
Las ciudades comienzan a hacerse visible a través de una serie de estrategias comunicativas, provocándolos a mirar y ver, a participar y ser, a reconocerse y actuar.
Debemos entre todos pensar qué quieren decir estas nuevas formas de espacio que van a surgir en la ciudad.
Que exista una necesidad en la comunidad a partir de pensar una ciudad visible para todos, significa una nueva forma de verdad; significa permitirnos sentir una comunidad que se integre a partir del saber que tiene de si misma y de lo que sentimos de nosotros mismos.
Hoy, necesitamos aprender a leer la ciudad, generando un espacio público reconocido por todos y entre todos.
Necesitamos entender hoy el espacio estratégico de comprensión para recomponer el “estar juntos” haciendo visible desde la historia y los territorios, lo que se acabará por transformar; y no sólo la idea que tenemos de la ciudad que habitamos, sino de la ciudad que hoy va a cambiar. El proceso de inclusión hoy, significa reconocernos a todos en el mismo lugar donde vivimos.
Debemos formar ciudad:
Lo que da la verdadera forma a una ciudad no son las arquitecturas ni las ingenierías sino los ciudadanos; pero para que ello sea posible los ciudadanos tienen que poder reconocerse en la ciudad; y ambos procesos se basan en otro, el de hacer visible la ciudad como un todo, es decir, en cuanto espacio público/proyecto de todos.
Si antes la ciudad fue obligada a hacerse invisible por sus múltiples desastres y por todas las fallas en los servicios públicos, que es desde los que la gente se siente afectada cotidianamente: fallas en las obras de cloacas, de electricidad, de transporte, de obras de pavimentación, de gas, etc.; ahora, de lo que se trata es que la mirada cambie de foco, y pase a percibir esas deficiencias ya no como un hecho inevitable y aislado sino para darle otra forma; una forma propia y para eso la decisión política es fundamental. Es decir, en este caso, la decisión del ejecutivo municipal, entre darle a los terrenos del batallón una forma que hable de nosotros mismos o que no hable de quiénes somos de cara al futuro.
Lo que si sabemos todos es que este nuevo capital social urbano, o esta nueva forma de lo socialmente urbano, pueden convertirse en un acto de reparación histórica.
Y de allí la pulseada, entre una cultura política de la pertenencia y una política cultural de lo cotidiano.
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