Siguiendo a la Estrella de Belén, los Reyes Magos llegaron hasta el niño Jesús para adorarlo, ofreciéndole oro, incienso y mirra. El Rey Herodes, que buscaba a Jesús para eliminarlo por temor a la “competencia”, se encontró con Melchor, Gaspar y Baltazar y les encargó que al regreso le comunicaran dónde se encontraba ubicado el niño, para también ir a “saludarlo”. El relato sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio.
Esta historia, hasta la que terminó con los Reyes entrando en nuestras casas para dejar regalos a los chicos que se portan bien, se fue armando a través de los tiempos, ya que en los orígenes bíblicos apenas se menciona a estos personajes: no se sabía si eran 2, 3, 7, 12 o 20; menos se sabían sus nombres y tampoco se los denominaba “Reyes”. Apenas se los mencionaba como “magos de oriente”.
Lo que relata el Evangelio de Mateo sobre los Magos de Oriente es lo siguiente: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”. Evangelio de Mateo (2, 1-2), versión Reina-Valera, 1960.
“Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Evangelio de Mateo (2, 11), versión Reina-Valera, 1960.
A partir de esos tres regalos se dedujo que eran tres los magos, y el por qué de esas ofrendas es el siguiente: el oro representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes, el incienso representando su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios, y la mirra, un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús.
La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes. Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar…
Poco a poco la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad, representantes de las tres edades del hombre y representantes de los tres continentes (Asia, África y Europa).
El día en el que Jesús fue presentado a los Reyes Magos se lo conoce como la Epifanía, que significa “manifestación o revelación de Dios”. Posteriormente se reconoció que Navidad era un período que empezaba el día del nacimiento de Jesús y terminaba el 6 de enero, la fiesta en la que el calendario gregoriano fijó definitivamente la Epifanía, la fiesta de los Reyes Magos.
Con los años, los cristianos conmemoran la generosidad que tuvieron los Reyes con el Niño Jesús. La tradición de occidente dice que en la madrugada de la Epifanía (6 de enero), los Reyes Magos dejan regalos en casa de los niños que han sido buenos y han escrito su carta a los Reyes Magos, tal y como hace Santa Claus o Papá Noel. En los países latinos es en donde más se ha arraigado esa costumbre, pese a que se celebra en casi todo el mundo.
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