El acusado recibió la condena pedida por la fiscalía de San Nicolás: 14 años de prisión por abuso sexual simple agravado reiterado y abuso sexual con acceso carnal agravado reiterado en concurso real. La pena es de cumplimiento efectivo. La víctima y denunciante es su hijastra, Johanna Rabbia, que padeció los vejámenes cuando vivía bajo el mismo techo que su agresor.
La mamá de Johanna es una enfermera que se mudó a San Nicolás con seis hijos y se unió a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días. Allí conoció a Carlos Escalante, y encontró respaldo para llevar su familia adelante. Se casó con él en el 2008 por el rito religioso.
Johanna recuerda el calvario que vivió: “Él vino a vivir a casa, y siempre tuvo esa conducta conmigo, desde los primeros días. Era como dos personas diferentes, era incomprensible para mí. Cuando estaba mi mamá presente, estaba todo bien. Pero cuando ella no estaba, y sobre todo cuando no estaba ninguno de mis hermanos, era un infierno”.
Primero fueron solamente algunas actitudes “raras”. Luego, comenzó el abuso sexual. “Era imposible para mí decirle a alguien que él era malo, porque no se veía así delante de otros. El abuso pasaba muy temprano, cuando mi mamá dormía. Él entraba a mi dormitorio. O cuando ella trabajaba y no había nadie en la casa. Yo volvía del colegio y estábamos solos”, describe.
Escalante la amenazaba y tocaba sus partes íntimas . Después comenzó a violarla todos los días. “Durante mucho tiempo creí que lo que me hacía era normal, que les pasaba a todos las chicas de la Iglesia. Siempre lloraba en la escuela, quería contarlo, el cuerpo me estaba diciendo que algo estaba mal, pero no podía”, explica la víctima.
“Por un lado me enseñaba que no tenía que tener relaciones sexuales con chicos y yo lo cumplía y por otro lado me hacía eso. ¿ Por qué me pasa?, pensaba. Sentía culpa. Después entendí que estaba mal, y no sabía qué hacer. No creí que nadie fuera a ayudarme”, explica Johanna. Para evitar estar a solas con él, iba a una plaza y se quedaba allí hasta muy tarde.
Finalmente, después de un largo silencio, Johanna decidió contarle a su mamá lo que le pasaba.”Decidí hacerlo con una larga carta – dice- porque me resultaba más fácil. Lo decidí cuando me enteré de que lo que me hacía a mí también lo había empezado a hacer con mi hermana”.
La respuesta de su madre demoró, porque se trataba de una revelación que afectaba a su marido y a sus creencias religiosas más profundas .”Mi mamá sintió confusión. Es que es difícil aceptarlo, creo. Él estaba avalado por la Iglesia. Para una persona que cree en algo, es muy fuerte cuestionar una palabra santa”, la justifica.
La reacción de la Iglesia no fue la esperada.”Le dijeron a mi mamá que las familias eran eternas para la Iglesia, que lo de ellos había sido sellado y que por eso no era conveniente que se divorciaran. Le recomendaron que siguiera viviendo en mi casa, y por eso siguió. Ese fue el consejo del líder de la estaca, grupo de iglesias Roberto Buron”. Johanna continuó bajo el mismo techo con su abusador y en peligro.
Un consejo de sumos sacerdotes se reunió para deliberar y decidir qué hacer con Escalante. “Él admitió su culpa y finalmente lo excomulgaron, pero no me ofrecieron apoyo. Son hombres y adultos. Decidieron no exponerlo”, se queja. “Después de un tiempo, incluso, si consideran que se arrepintió, le devuelven sus derechos”, explica.
Fue Johanna la que terminó siendo castigada por los mormones. Cuando a los 19 años quiso ser voluntaria, la rechazaron. Le preguntaron si le guardaba rencor a su abusador. Finalmente, la excluyeron porque no cumplía con las “normas de dignidad”, ya que “no había perdonado”.
Finalmente, en marzo de 2015, tomó la determinación de hacer la denuncia penal. Ahora, Carlos Escalante fue condenado a 14 años. En la causa declararon como testigos Roberto Buron como superior en la Iglesia, Johanna, su madre y sus hermanos.
Fuente: TN