Crecen en la Argentina las consultas alrededor del “uso” y el “no uso” de los teléfonos inteligentes o smathphones, que los especialistas llaman nomofobia. Se trata de un miedo intenso quedar sin conexión; a perder el celular o a no poder acceder a los datos que brinda el aparato. Las mujeres y los adolescentes los más complicados. Las claves del fenómeno: ¿síndrome urbano contemporáneo o enfermedad del siglo XXI?
Hay conductas que hemos naturalizado alrededor del uso y el no uso de los celulares, más específicamente de los teléfonos inteligentes o smartphones y que ya son materia de estudio de la ciencia y la medicina porque han disparado una serie de síntomas perjudiciales para la salud física y emocional de todos nosotros.
A partir de un término acuñado en Inglaterra en el 2008, “no mobile fobia”, (‘fobia a estar sin móvil’) actualmente los especialistas han profundizado el estudio de lo que en español denominaron como “nomofobia”. Un conjunto de síntomas alrededor de la utilización de lossmartphones, como tecnología condensadora de funciones que van más allá de hablar por teléfono e incluye acceso a la web, redes y mensajes de texto, entre otros. Y así nace lo que para muchos será la enfermedad del siglo XXI.
Se trata de una sensación de angustia, ansiedad o miedo irracional que se experimenta cuando se dan situaciones como la pérdida del celular, o no se puede acceder al uso o a los datos del aparato por batería agotada, falta de señal o conexión. Y esta sensación, a la que por ahora llamaremos fobia se vincula también -al decir de los especialistas- a la propia adicción a la tecnología: más precisamente a la necesidad de revisar constantemente los mensajes de texto, mails; o permanecer en estado de alerta ante cada sonido que genera el teléfono.
Según estudios realizados en la Argentina, en los últimos cuatro años la nomofobia creció un 13% junto con el aumento de los usuarios de smartphones, siendo éstos cada vez más accesibles al público general al ampliarse las redes 3G , 4G y WiFi. Igualmente la nomofobia es un padecimiento global y en vías de expansión.
Y según datos propios del CEETA, en nuestro país la incidencia de la nomofobia podría ir en aumento como consecuencia de que el 80% de la población presenta una predisposición a los trastornos de ansiedad: convirtiendo a la Argentina en la tercera nación más ansiosa del mundo.
Doble comando
La complejidad del trastorno “nomofobia” es que combina una sintomatología tanto de una adicción como de una fobia.
“La idea de perder la conexión o de no estar habilitado a conectarse, genera síntomas de ansiedad como cualquier fobia o miedo; una sensación de angustia, que se expresan como síntomas para el cuerpo como opresión en el pecho, falta de aire y dificultad para respirar “, explica la psicóloga Patricia Gubbay de Hanono, directora de Hémera, Centro de Estudios del Estrés y la Ansiedad.
“Lo paradójico de la nomofobia es que la misma ansiedad que provoca, genera una adicción: tiene todas las características de la ansiedad, ya que el hecho de tener miedo justamente lleva a recurrir a la adicción, para así tolerar la angustia. Es decir, la ansiedad es el síntoma, pero nosotros respondemos a esto con una conducta adictiva. Es una manera de “creer” que uno recupera el control sobre esa sensación de angustia original”, refuerza la psicologa Gubbay de Hanono.
“Tiene mucho que ver con una pretendida situación de control: ya que vivimos en una sociedad inmersa en un miedo a la incertidumbre. La idea de crear un espacio virtual en el cual (creo) controlo, suena muy reparadora. Son las llamadas adicciones psicológicas, adicciones sin drogas. Y pueden surgir a partir de los 11 o 12 años. Y cuando la persona no puede acceder en este caso a su celular o a la conexión; ocurre lo mismo que cuando un adicto no tiene la droga, entra en un síndrome de abstinencia”, detalla Hubbay de Hanono.
Batería y acceso, siempre listo
“Quienes padecen nomofobia sufren nerviosismo, sudoración, contracturas, irritabilidad y hasta pueden llegar a sentir un ataque de pánico. Son personas que viven pendientes de su celular, capaces de ir a buscarlo a su casa si se lo olvidaron o de tener una batería o cargador encima para evitar que se apague”, precisa Martínez Castro.
Para Hubbay de Hanono, “de alguna manera el celular o smartphone significa lo que para el bebé es el osito de peluche, su objeto transicional del que hablaba el reconocido pediatra Donald Winnicott . Hoy, para los jóvenes y los adultos, ese objeto transicional del cual no podemos desprendernos, es el smartphone”
Sin embargo, hay debate sobre la nomofobia entre los mismos especialistas: “no coincido con la definición de fobia. El celular se ha vuelto para muchas personas una extensión de su propio cuerpo, de su propia voz. Así también genera la necesidad constante de verificar si alguien nos ha contactado, llamado o escrito por chat. Esto puede llegar a niveles muy severos en ciertas personas y tiene que ver con la imperiosa necesidad de constatar que tenemos lugar en el otro. ¿Me registra? ¿Le importo?¿Me quiere?, ¿Existo para el otro?” ¿Piensa en mí ahora?”, son las preguntas posmodernas de las clásicas. Esto revela en general un gran vacío existencial, una inseguridad que acecha y que, paradójicamente, el celular, calma” fundamenta la psicoanalista Adriana Martínez, coordinadora asistencial de Fundación Buenos Aires.
Jóvenes y mujeres, los más complicados
Este miedo irracional o la ira por quedarse sin conexión a través de un teléfono móvil es un trastorno que afecta mayoritariamente a jóvenes y mujeres.
“Lo mejor es detener los pensamientos anticipatorios negativos de lo que me va a ocurrir si no tengo o dispongo del celular. Eso se puede lograr, además, poniendo límites al uso del celular, y a los horarios de uso y no uso. A sabiendas de que cuanto más se usa, es más nocivo”, sentencia Martínez Castro.
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