El Juzgado de Faltas a través de su programa de compensación de infracciones realizo días atrás una donación de $ 20000 a favor de la Cooperadora de la Escuela nº29 de nuestra ciudad.
La directora del establecimiento había realizado al municipio el pedido de presupuesto para reacomodar el patio de la escuela y un salón para hacerlos funcionales a la necesidades de Gabriel B.Z., de 5 años, alumno de primer año de educación primaria, quien padece una disminución visual severa y quería continuar la educación primaria junto a sus compañeros de jardín.
El Dr. Brignoli señalo que desde 2008, a través de la sanción de la ley 26.378, la Argentina reconoce el derecho de los niños, adolescentes y adultos con alguna o varias discapacidades a una educación inclusiva en todos los niveles. Como consecuencia, entre el 2007 y 2010, la inclusión se incrementó un 47% en las escuelas comunes, según la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa.
Sin embargo, en el nivel secundario solo el 15% de los jóvenes con discapacidad asisten a un colegio común, y las puertas siguen cerrándose para muchos niños.
Una cultura inclusiva: ¿Cómo hacemos una sociedad inclusiva si no tenemos inclusión escolar? En una situación ideal cualquier chico con discapacidad podría ir a una escuela común. No es éste el que se tiene que adaptar, sino la sociedad la que tiene que hacerlo.
La ley los ampara, pero ¬dicen los expertos y quienes conviven a diario con estas dificultades¬ es imprescindible, además, la voluntad por parte de docentes y directivos.
Pasando de la teoría a la práctica el incremento paulatino de la matrícula de alumnos con alguna discapacidad en escuelas comunes -también aumentó en las escuelas especiales¬, demuestra un avance, sobre todo en el nivel primario, ya que el secundario sigue siendo una deuda para el sistema educativo inclusivo.
Por ejemplo si la maestra debe enseñar los planetas en un curso en el que hay un alumno ciego, prepara la clase incorporando una maqueta e imágenes que a la vez son explicadas y descriptas. Esa propuesta gana en riqueza. Que todos puedan tocar ese material y luego puedan exponerlo en la feria de ciencias y se pueda pasar a otros docentes, no es una pérdida de tiempo, es de una riqueza sin igual. No se hace para el alumno ciego, es un recurso de la escuela, que se va socializando y enriquece toda la educación en general.
La gran mayoría de las luchas ganadas en materia de inclusión se debe al tesón de los padres, quienes luego de reponerse a la angustia que les genera la realidad que les tocó vivir a sus hijos, hacen todo para que los chicos logren un lugar en el nivel educativo, en el ámbito laboral, en los espacios de la vida cotidiana, en la sociedad en general.
En un contexto ideal, todas las personas con discapacidad deberían poder ser incluidas en la escuela común, siempre con el apoyo y el trabajo conjunto con una escuela especial. El camino es ese, pero es complejo. Es fundamental, para esto, la adaptación de las instalaciones, la capacitación docente, el trabajo en conjunto de las maestras comunes y especiales, pero, por sobre todas las cosas, es clave tener la voluntad de hacerlo, así como respetar la voluntad del menor a querer continuar recibiendo educación junto a sus compañeritos.
Los directivos deben estar atentos, los padres deben dar educación a sus hijos y los gobiernos siempre deben acompañar, nunca juzgar.