Hace 40 años, Juan Perón echaba a los Montoneros de la Plaza

“Estúpidos que gritan”, “imberbes”, “infiltrados”. Esas palabras del líder justicialista y entonces Presidente de la Nación marcaron su ruptura con las organizaciones armadas que, ese día, quisieron desafiar su autoridad

No fue un 1º de Mayo más, sino el acto que pasó a la historia como “el día que Perón echó a los Montoneros de la Plaza”.

Como lo recordó él mismo en su discurso, era la primera vez después de su largo exilio, que volvía a hablarles a sus seguidores en el Día del Trabajo desde el mítico balcón de la Casa Rosada.

Pero el clima ya estaba enrarecido en el país. Tras ser proscripto una vez más por la dictadura saliente -Perón no pudo encabezar la fórmula presidencial justicialista para las elecciones de marzo de 1973 y por ello lo hizo Héctor Cámpora en su lugar-, el líder peronista se vio obligado a asumir finalmente la presidencia –mediante una nueva convocatoria a elecciones- porque el Gobierno que debía ser ejercido en su nombre estaba siendo copado por Montoneros.

La organización guerrillera nacida en los 70, que se decía peronista, entró sin embargo pronto en colisión con el dirigente exiliado con el que pretendía discutir de igual a igual.

El desafío al liderazgo de Perón adquirió ribetes dramáticos cuando Montoneros asesinó al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, mano derecha del general en esa etapa, el 25 de septiembre de 1973, a sólo dos días del triunfo de Perón en las urnas, con el 62% de los votos.

Este fue el marco en el cual, aquel 1º de Mayo de 1974, los Montoneros pretendieron interpelar públicamente al general Perón durante el acto, para lo cual ubicaron sus columnas de militantes lo más cerca posible del balcón de la Casa Rosada.

“Compañeros: hace hoy 19 años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos”, así empezaba el discurso que pronto se vería interrumpido por las consignas montoneras desde la plaza: “¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular!” o “¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!”

“No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan“, fue la réplica de Perón.

A partir de ese momento, centró su discurso en el elogio a las organizaciones sindicales a las que atribuyó el mayor protagonismo en la resistencia a las dictaduras y gobierno ilegítimos que se sucedieron en el país luego de su derrocamiento en 1955: “A través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años. Por eso, compañeros, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento”.

Los Montoneros captaron la alusión y subieron la apuesta: “¡Rucci traidor, saludos a Vandor!”, “¡Montoneros, Montoneros, Montoneros!”. Es llamativo que hoy los dirigentes sobrevivientes de esa organización pretendan negar o relativizar su responsabilidad en el asesinato del líder metalúrgico, cuando su reacción aquel día frente al discurso de Perón la ponía en evidencia.

En la Plaza, otros sectores replicaban: “¡Perón, Evita, la Patria peronista!”.

Perón siguió retando: “Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho…”

Esta vez la respuesta de Montoneros fue: “¡Conformes, conformes, conformes, General,conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!”. Y en ese momento, inició el repliegue de sus columnas para abandonar la Plaza. En un marco de caos generalizado, con muchos que no entendían qué pasaba y una gran mayoría de gente no encuadrada que sólo había ido a escuchar a Perón, el servicio de orden de Montoneros, sirviéndose de palos a modo de “corralito”, intentó, con un movimiento envolvente, asegurar que se retirara el mayor número de personas posible.

Fue la intervención de los sindicatos y de organizaciones ortodoxas como Guardia de Hierro la que impidió que, al amparo de la confusión general, la organización armada lograra su objetivo de vaciar la Plaza.

Perón siguió: “La clase trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos debe afirmar decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que corresponde en la lucha…”

“¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!”, fue el cántico de respuesta.

Mientras, Perón decía que los días por venir serían de reconstrucción nacional y de liberación “no solamente del colonialismo” sino “también de estos infiltrados que trabajan adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero”.

Y a modo de conclusión, decía querer “un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes”, agradeciendo a continuación “la cooperación que le llega al gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos”.

También expresaría su deseo de “verlos de nuevo en esta plaza el 17 de octubre”.

Pero Perón falleció el 1º de julio de ese mismo año y fue demasiado tarde para frenar la espiral de violencia y el estéril enfrentamiento interno. Aquel 1º de Mayo selló el aislamiento de un grupo militarista y sectario que siguió adelante con su estrategia de combate al Gobierno democrático, facilitando el camino hacia el golpe de Estado y el posterior exterminio de sus cuadros.

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