Ambas agrupaciones se convirtieron en bastiones principales de dos de las versiones del peronismo actual, representadas en el sciolismo y el kirchnerismo. La primera fue concebida al calor de las pretensiones electoralistas de un puñado de legisladores y referentes territoriales identificados como “sciolistas puros”, que integra, entre otros a los senadoresBaldomero Alvarez de Olivera y Osvaldo Goicoechea, como principales espadas.
La Cámpora irrumpió tímidamente en escena cuando Néstor Kirchnerestaba en vida pero afloró en todo su esplendor tras la muerte del ex presidente y encontró en el vicegobernador Gabriel Mariotto –junto a un puñado mayúsculo de dirigentes y legisladores como José Ottavis, Juan Cabandié, Andrés el “Cuervo” Larroque, por mencionar algunos- su principal expresión en territorios bonaerense y nacional.
Concebida bajo las rígidas formas de un hermetismo extremo como valor esencial -tal el perfil que le impregnó Máximo Kirchner, el hijo presidencial- y de corte “progre”, cuenta desde hace tiempo con el aval de Balcarce 50 para convertirse en usina de dirigentes encausados en lo que algunos ya llaman “operativo sucesión”: única alternativa electoralista ante un eventual fallido intento re-reeleccionario de CFK.
Son dos manifestaciones típicas de la heterogeneidad de estilos de conducción y pensamiento que integró con éxito histórico el peronismo en su lógica movimientista: la Juan Domingo está más cerca de representar el tradicional caudillismo del Conurbano –denostado por el kircherismo puro- con versiones en algunas localidades del interior y la Cámpora es una versión light y aggiornada a los tiempos que corren de la rebeldía revolucionaria de la juventud setentista, aunque con un marcado sesgo burocrático y con sede en oficinas gubernamentales. (“La revolución avanza al ritmo de contratos”).
A tono con las manifestaciones militantes de la mayoría de los sectores políticos en los tiempos que corren, ambas cuentan con el inestimable respaldo económico de las cajas disponibles por las gestiones que representan. Un estilo de “militancia paga” contrapuesta a la todavía existente militancia ad honorem –o “por la causa”-.
Cosecharás tu siembra
El ritmo de las negociaciones con que sciolistas y kirchneristas comenzaron a adelantar en pantallazos la película de la batalla final por la conquista del voto popular rumbo a las urnas convirtió a barrios y localidades de todas las latitudes del país en terrenos fértiles donde la moda es “sembrar militancia”.
La apuesta es a futuro, pero con implicancias inmediatas en el presente. El sciolismo en ese sentido ya sumó el respaldo de una nueva agrupación denominada “La DOS” –iniciales del gobernador Daniel Scioli-, que complementará a la Juan Domingo en su función contenedora de dirigentes destinados a la resistencia que reportan a calle 6. Nucleará a funcionarios y también legisladores. Está a cargo del ministro de Desarrollo Social Martín Ferré bajo la mirada y coordinación del jefe de Gabinete provincial, Alberto Pérez.
La Cámpora ya comenzó a hacer pie fuertemente en Capital Federal –distrito históricamente esquivo al peronismo en todas sus versiones – donde la cantidad de locales partidarios abiertos ya bordea los 70, cifra ampliamente mayor que la de partidos con peso histórico como la UCR.
Otra acción estratégica de neta búsqueda –o reclutamiento- de cuadros militantes es la fuerte presencia en colegios –ya se instaló la polémica por la impertinencia jurídica de esta modalidad- y en cárceles bonaerenses de la agrupación, donde reclusos gozan de “salidas transitorias” para acudir a eventos supuestamente culturales con el fin de promover su reinserción social.
En la carrera aún impredecible que el kirchnerismo y el sciolismo empezaron a correr de cara a los comicios del 2013 y con vistas a las generales del 2015, “dominguistas” y “camporistas” jugarán un rol fundamental. Unos porque intentan resistir a los embates del poder central hacia un gobernador al que le quedan muchas postas que superar, -y aún más decisiones que tomar-; otros por saberse los “herederos a sueldo” del oficialismo que desde hace casi una década monopolizó el poder en el país.
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